Durante su formación, el suelo de la cuenca de Salies-de-Béarn experimentó una serie de fenómenos geológicos que explican su singularidad actual. A finales del periodo Triásico (-200 millones de años), el supercontinente Pangea, que agrupaba todas las tierras emergidas, empezó a fragmentarse. La aparición de un golfo marino, situado entre la placa ibérica y la placa europea, permitió que entraran las aguas del Mar Boreal, que inundaron la actual cuenca de Aquitania.
La aridez del clima hizo que el Mar Boreal se evaporara lentamente y dejara detrás de sí cantidades considerables de la sal que contenía.
Durante los periodos siguientes, el Jurásico (-200 a -145 millones de años) y el Cretáceo (-145 a -66 millones de años), la evaporación fue menos intensa; aparecieron margas verdes, rojas o de color vino, y restos de animales marinos, sepias y corales que se depositaron encima de la sal formando una capa arcillosa protectora que la conservó y la protegió de la contaminación.
A finales del periodo Cretáceo, durante la formación de las montañas de los Pirineos, se produjeron inmensas fallas en el suelo bearnés. La sal, más flexible que la piedra, se desplazó a través de estas fallas y salió a la superficie formando domos salinos, llamados diapiros.
Con el paso del tiempo, el agua de la lluvia se fue filtrando poco a poco en el suelo y disolvió la preciosa roca salina atravesando por distintos puntos las capas superiores de arcilla y absorbiendo oligoelementos.
De esta unión de agua de lluvia, rocas salinas y estrato arcilloso cargado de oligoelementos nacieron los manantiales de Salies-de-Béarn, dotados de una riqueza mineral única.
De hecho, el agua de los manantiales salados de Salies-de-Béarn es más rica en sal que el agua del Mar Muerto y diez veces más salada que el agua del mar.
Su composición, rica en minerales y oligoelementos, confiere a las aguas saladas de Salies-de-Béarn verdaderas virtudes terapéuticas, que se utilizan para tratar una gran variedad de afecciones. En Salies-de-Béarn, estas aguas se emplean desde que se construyó el primer establecimiento termal, en el siglo XIX, en tres disciplinas principales: la pediatría, la ginecología y la reumatología.